domingo, 18 de julio de 2010

El derecho a la discriminación (2ª parte)

El mismo concepto de “prejuicios cognitivos” del que habla David, el comentarista a la entrada anterior es muy controvertido y manipulable. ¿En qué podemos basarnos para calificar el juicio razonado de un individuo adulto que le induce a discriminar a un colectivo en un asunto privado como “prejuicio cognitivo”? ¿Es que existe algún criterio para decidir qué juicios eran menos fundamentados que otros que no pase por examinar su “performance” en la realidad? Si el empresario en cuestión discriminaba contra los rubios con gafas basándose en falsa evidencia, lo habrá hecho contra su propio bolsillo. Mi opinión es que esa es la única penalización socialmente permisible.

Cualquier otra en el ámbito privado sólo es otra cara oculta del abuso de poder del Estado (o de un grupo de presión detrás de este) disfrazada (FASCISMO con mayúsculas, vaya, y una lesión de derechos fundamentales). Otra cosa muy diferente es difundir públicamente información falsa y/o tendenciosa contra algún colectivo. Eso sí es reprobable y se puede argumentar que debería prohibirse, pero en cualquier caso, es otra cuestión diferente.

Por ejemplo: si un colectivo identificable tiene una tasa de criminalidad significativamente por encima de otro y yo soy el empresario que contrata, obviamente utilizaré esa información relevante en promedio. Si los costes de obtener información más exacta de los candidatos son pequeños, invertiré en realizar entrevistas individuales exhaustivas (porque me interesa, no por mi sentido de la justicia social..), pero a igualdad de todo lo demás, y dados costes de adquisición de información altos, preferiré contratar a individuos del grupo socialmente menos conflictivo. Lo haré por mi propio interés (y eso beneficiará también a la sociedad, ya que mi negocio tendrá menos probabilidad de tener problemas y terminar el servicio). Cualquier interferencia en esa decisión privada, digámoslo claramente, primará el bienestar del colectivo perjudicado a expensas de la sociedad y nos dejará a los que no vamos a padecer sus efectos negativos (no estamos en el negocio del empresario) con la conciencia tranquila. Como casi siempre, la “solidaridad social” acaba siendo casi sin excepciones pagada por otros bolsillos.

Los prejuicios que se dan por sentado contra las mujeres (y que una legión de sociólogos y antropólogos de izquierdas llevan décadas tratando de que la asumamos como una verdad incontrovertible) no tiene sentido económico que existan. La excepción es la explotación sistemática en el tiempo de un sexo por otro, algo que en mi opinión se ha exagerado muchísimo. Es cierto que hombres y mujeres tienen derechos y obligaciones diferentes en muchas sociedades y culturas, pero cuando se miran los detalles de la estructura productiva, las condiciones ecológicas y sociales de supervivencia y las diferencias biológicas entre sexos, aparece una explicación del presunto prejuicio clara. Por ejemplo, como explica convincentemente Marvin Harris (“Nuestra Especie”, “Vacas, Cerdos, guerras y brujas”), las diferencias de la tecnología agraria entre el norte y el sur de la India pueden explicar perfectamente el diferente valor del sexo femenino en ambas partes. Asimismo, parece cierto que las culturas más machistas del mundo y que menos valoran el sexo femenino padecen también la lacra de la guerra endémica más destructiva (normalmente más para los varones que para las mujeres).

Es cierto que en casi todas las sociedades, la parte aparentemente beneficiada son los hombres, pero hay que matizarlo mucho. Lamentablemente vivimos tiempos en los que la corrección política dominante casi que nos obliga a tragarnos cosmovisiones sociales pseudo-marxistas de explotación de unos grupos por otros completamente sesgadas. Por ejemplo, la esperanza de vida de los hombres es casi en todas las sociedades más corta que la de las mujeres, y las razones son más sociales que fisiológicas. Además, parece claro que la evidencia de discriminación salarial pura en las sociedades avanzadas modernas ha sido enormemente exagerada (obviamente de forma intencionada), y que la mayor parte de la diferencia la explican diferencias en experiencia laboral debidas a decisiones vitales familiares voluntarias (cuidado de hijos, principalmente). Desgraciadamente hay mucha mentira podrida en este cenagal de la supuesta discriminación sexual..

Pasando al argumento de la cohesión social propuesto por el comentarista David: ¿por qué debemos asumir que la no prohibición de la discriminación nos llevaría necesariamente a sociedades separadas? Si así fuese por prejuicios realmente fundados, sería lo mejor que podría ocurrir, pero es que siempre que no se discrimine de forma obligatoria (o sea, discriminación sancionada y patrocinada por el Estado o por un grupo dominante, como el Apartheid Sudafricano, por ejemplo, a lo que me opondría siempre por idénticas razones), sólo emergerían “gethos” diferentes en los casos de prejuicios realmente fundados. ¿Por qué deberían sacrificarse los “buenos” del grupo más productivo (no discriminado) para mejorar las condiciones de vida promedio de un grupo con una mayor proporción de “malos”? Además, prohibir la discriminación llevaría aparejado el fenómeno indeseable adicional de evitar que los “buenos” del colectivo discriminado por el color de su piel, sexo o por lo que sea tengan los incentivos para señalizarse como buenos y encuentren otra manera de identificarse como un colectivo aparte de los “malos” de sus mismas características externas. Además, casi siempre esta posibilidad conlleva injustas represalias del colectivo discriminado, que al perder a sus mejores elementos se arriesga a ser aún más discriminado por el otro colectivo. Esa sí es una auténtica explotación de un grupo discriminado a sus mejores componentes, porque muchas veces no es privada sino grupal, y se impone de forma coactiva (puede que informalmente). La coacción puede ejercerse calificándolos como “traidores a su raza”, negándoles el acceso a la cooperación del grupo, etc.

En relación a esto hay otro fenómeno que merece la pena discutir. Los economistas han hecho recientemente esfuerzos para simular la dinámica de la discriminación en experimentos controlados de laboratorio. Resulta que es cierto que cuando se permite discriminar por características externas, la gente es sorprendentemente rápida y eficiente utilizándolas, de forma que una diferencia inicial entre dos grupos es detectada en seguida y el grupo menos productivo es discriminado y se le ofrecen menores salarios, por ejemplo. Es cierto que la diferencia inicial en las productividades de ambos grupos pudo haber sido casual y aún así se utilizó (correctamente en el sentido que dada la información disponible, se actuó racionalmente). En estos experimentos se asumía en etapas posteriores que los individuos del colectivo podían invertir recursos en su “formación” para aumentar su productividad, y se concluyó que incluso una diferencia original casual de productividad entre ambos grupos llevaba a que el grupo discriminado (también muy racionalmente) acababa invirtiendo menos en su formación que el colectivo no discriminado, de forma que finalmente en períodos posteriores cada vez se confirmaba más la diferencia REAL de productividades entre ambos grupos y por tanto la probabilidad de discriminar aumentaba con el tiempo. Este es un fenómeno dinámico perfectamente esperable, por otro lado, y realista, pero ¿pensáis realmente que la inmensa mayoría de las diferencias entre grupos sociales indentificables en alguna actividad susceptible de discriminación fueron originadas aleatoriamente? Me atrevería a decir que ninguna lo fue. Estos ejercicios y experimentos resultan muy estimulantes y están claramente diseñados para establecer la POSIBILIDAD de que el azar (en la situación original) pueda ser la causa de la discriminación, y llevarnos a la conclusión de la injusticia original (casi me siento tentado de hablar de “pecado original”) de la discriminación. A pesar de la muy cristiana e idealista intención de los investigadores, hay que decir que en la realidad eso es altamente improbable. Lo es en la biología evolutiva (donde la discriminación de muchos tipos es un fenómeno muy común) y lo es también en la sociedad humana. Cuando dos grupos diferenciados por alguna característica externa inevitable y no camuflable se ponen en contacto por primera vez en una sociedad (posiblemente por inmigración o invasión) sería un milagro que sus características promedio en ese momento inicial cuando se forman los “prejuicios” por primera vez fueran idénticas. Cuando se trata de sexos, características físicas o de comportamiento, ni siquiera puede decirse que haya existido nunca un momento inicial de formación del prejuicio, sino que diferentes condiciones materiales en la producción de bienes o diferentes tecnologías favorecieron a unos frente a otros en momentos concretos y ese hecho generó la dirección de la discriminación. Cuando la forma de vida y la tecnología cambia, esos “juicios” son reevaluados y cambia la percepción social y el valor relativo de cada uno. Por ejemplo, cuando la producción de alimentos y la defensa nacional en las economías industriales dejan de depender de la posesión de la tierra y de la fuerza y cada vez aumenta más el peso del conocimiento, la esclavitud pasa a ser antieconómica, las instituciones que recibían privilegios como la aristocracia y los gremios pasan a estar obsletos y la democracia liberal que aprovecha el talento de todos se extiende, a la vez que el papel social de la mujer se reivindica. La historia de la tecnología explica una buena parte de los cambios en “prejuicios”, que aunque sí que pueden tener cierta inercia en el tiempo, son mucho más flexibles de lo que la gente cree.

Por ejemplo, pocos saben que a comienzos del siglo XVII, como aparece en El Quijote, los catalanes tenían fama en España de “vengativos”, no de especialmente industriosos o de tacaños, debido al problema de bandolerismo que padeció Cataluña en esa época. También dudo que en condiciones normales se pueda crear fácilmente un prejuicio como que los suecos son unos vagos, por ejemplo. A este respecto debo comentar que en el pasado, sobre todo con el auge de la propaganda escrita masiva en el siglo XIX (otra vez la tecnología), hubo experiencias exitosas de creación deliberada de prejuicios falsos sobre colectivos identificables por determinados intereses. La difusión en Europa de la conocida falsificación conocida como los “Protocolos de los Sabios de Sión” y las mentiras que la precedieron como el llamado “Discurso del rabino” constituyeron una operación de engaño masivo que convenció a muchos europeos contra toda lógica y evidencia de que el pueblo judío era un gran peligro en potencia y conspiraba en la sombra contra ellos. Ese indigno fraude contribuyó en gran medida a la persecución que sufrieron los judíos en Rusia y bajo la Alemania de Hitler. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esos fraudes fueron provocados por oscuros intereses que deseaban dirigir el miedo de muchos a los cambios revolucionarios y liberales de la época hacia la culpabilización de un colectivo inofensivo. Y si bien aquellos panfletos fraudulentos fueron denunciados en su tiempo, acabaron fundamentando el llamado holocausto posterior. En cualquier caso, estos fenómenos no comenzaron como discriminación privada e individual, sino que los generaron grupos interesados y los utilizaron como argumento los peores grupos totalitarios de la historia para discriminar por ley de la peor manera. La información que proporcionaban era completamente falsa y malintencionada, pero preparada para darle credibilidad. Sería muy injusto que se utilizaran para argumentar contra el peligro de la discriminación privada como yo la entiendo y he definido el entradas anteriores.

1 comentario:

  1. “¿Por qué deberían sacrificarse los “buenos” del grupo más productivo (no discriminado) para mejorar las condiciones de vida promedio de un grupo con una mayor proporción de “malos”?”
    Sinceramente, si esa es tu idea principal, no sé porque escribes parrafadas intentando engalanar la idea con ejemplos y palabrería vana.
    No hay nada nuevo en lo que dices, sólo que intentas ser académicamente correcto.
    Estas continuamente aludiendo a la eficiencia, primándola por encima de otros objetivos económicos y sociales.
    Bajo esa idea, da igual que hables de discriminación, o de echar del mercado a los menos productivos. ¿Qué hacemos con los ciudadanos “Pareto inferiores”? ¿Los echamos de la sociedad, los apartamos porque hay otros mejores que ellos?

    Los prejuicios cognitivos son cuantiosos, y no aluden al pensamiento de una persona, eso son simples prejuicios. Son aquellos prejuicios que pueden aparecer en sociedades enteras. Lo malo no es que un empresario no quiera contratar rubios con gafas, sino que no lo quiera hacer nadie, por la idea generalizada, fundamentada en la idea previamente generalizada que se perpetua, de que estos son menos productivos.

    En cuanto a la discriminación como tal. “¿pensáis realmente que la inmensa mayoría de las diferencias entre grupos sociales inidentificables en alguna actividad susceptible de discriminación fueron originadas aleatoriamente?”
    Usted cree que no. Yo creo que está claro. El hecho de que existan diferencias hoy causa que existan diferencias mañana. Y como mañana existirán nuevas personas en la sociedad, estas serán las que sufran las diferencias originadas hoy. El nacimiento es puramente casual, y por tanto las diferencias lo son. Existe por tanto, como dices, una injusticia natural.
    ¿Cuál es la mejor manera de evitar o minimizar dicha injusticia? ¿Discriminando por las diferencias? Si acabas de decir que los estudios confirman que estas diferencias aumentan.

    Por otro lado, no sé si es la ingenuidad o el rigor académico lo que le hace pensar en el hombre como individuo totalmente independiente de la sociedad, alejado de las modas, el pensamiento único (no totalizador), pero sería algo muy discutible. Yo no veo diferencia entre el problema de que unos pocos con poder discriminen con su poder a que unos pocos con poder manipulen al resto de la sociedad a que discriminen con su poder. Todo parte de un origen, el poder. El primer caso es perseguido, el segundo no, porque es la voluntad del pueblo. ¿qué pasaría si todo el mundo hubiera apoyado el holocausto, podemos decir entonces que hubiera sido algo “bueno”?
    La discriminación privada que propone puede no alentar el holocausto (no estoy diciendo eso, sería una estupidez), pero si parten del mismo principio, ¿Quién somos nosotros para juzgar a otras personas?
    Porque no se si sabe que si quieres no contratar a un rubio con gafas puedes hacerlo. No todo el que va a una entrevista de trabajo es contratado. Las diferencias de productividades son usadas en test psicotécnicos (por ejemplo) y se contrata en consecuencia. SI usted está hablando de esa discriminación, alentando esa eficiencia, me parece un absurdo por que ya está (obviamente) instaurado en nuestra sociedad.
    La única discriminación posible parte no de estas diferencias, sino de las secundarias, raza, aspecto, ideales políticos o sociales. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar eso? O, dicho de otro modo, ¿Quién soy yo para juzgar su punto de vista?
    Pienso que la acumulación y los incentivos perversos, podrían efectuar un continuo sobrepeso de un ideal si, poco a poco, alentamos la discriminación.

    PD: un ejemplo claro. ¿Qué sentido tiene matar a las brujas cuando las quemábamos en piras por creencias populares? ¿La eficiencia? La simple discriminación, popular, social, bajo un prejuicio cognitivo sin sentido que hoy en día nos parece una abominación. ¿Podemos estar seguros de que en el futuro no existirán otras brujas? ¿No debemos hacer todo lo posible para que no vuelva a suceder?

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